José Gato Briceño: El grito del alma en el exilio
Es casi imposible mantener la ecuanimidad y seguir pensando que es posible negociar con esta banda de desalmados herederos del traidor mayor, hoy felizmente difunto y llegar a algún acuerdo en el que reconozcan el daño tan terrible que le han causado a un país entero aparte de mantener en jaque con su malandrerío infiltrado a medio mundo. Cada noticia de la devastación en nuestra patria, de familias desgarradas por la separación, 9 millones de venezolanos empujados al exilio por huir de las penurias que imponen esos desgraciados nos hiere profundamente; la violencia del poder ha arrasado con el tejido social, ha desmantelado el aparato productivo y ha dejado nuestra infraestructura en ruinas. En este exilio impensado, la rabia y el dolor se mezclan con la desolación, creando un cóctel de emociones que me nubla la mente .
La indignación hacia quienes perpetúan esta injusticia me atormenta, y es un desafío encontrar espacio para la compasión y la comprensión de una debacle de esta magnitud.
Con 14 años como columnista, 11 de ellos marcados por el destierro y 3 vividos en la Venezuela que aún respiraba, jamás imaginé que dedicaría una línea a mi propia vida familiar. Lo consideraba una intromisión, algo ajeno a los principios que rigen mi pluma, pero hoy, la circunstancia, la impotencia que ahoga, el dolor que desgarra y el laberinto sin fin de este exilio forzado, me impone la más desgarradora de las tareas: relatar la agonía que padecemos los venezolanos desterrados, ese otro país que hoy por hoy pulula por el globo. No estamos de turismo, no. Estamos huyendo, dispersos, producto del avasallamiento de una organización narcocriminal que asaltó el poder, que se........
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