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Dormir con lobos, despertar con escándalos

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01.07.2025

Hay nombramientos que definen un gobierno. El de Álvaro Leyva no solo fue una señal de hacia dónde iba la Cancillería, sino una muestra del tipo de alianzas que Gustavo Petro estaba dispuesto a hacer. Las consecuencias, hoy, están a la vista.

Leyva siempre fue el embajador oficioso de las Farc. Durante décadas operó en las sombras, negociando en nombre de la guerrilla, repitiendo sus relatos y justificando sus excesos. Nada de esto era un secreto. Todos lo sabían. Y aun así, Petro lo puso en uno de los cargos más importantes del Estado.

Uno como presidente puede equivocarse con alguien sin antecedentes, pero no cuando el historial es tan evidente. Leyva ha sido un civil al servicio de las milicias. Nunca ha ocultado de qué lado está. Por eso resulta indignante que ahora algunos finjan sorpresa. Si alguien como él conspira, no es una traición: es simplemente coherente con su trayectoria.

Petro, desde que llegó al poder, ha alimentado la narrativa de un golpe blando. Todo el que no está de acuerdo con él es, según su lógica, de extrema derecha. Y ha repetido hasta el cansancio que todos los gobiernos anteriores fueron de derecha, cuando cualquier profesor de ciencia política —de los que enseñan ideologías con rigurosidad— podría confirmar que ni siquiera el uribismo encaja plenamente en esa categoría. Pero más allá de esa discusión, lo importante es esto: esa supuesta “derecha golpista” nunca ha intentado derrocarlo. Lo que muchos........

© La Opinión