Del "hambre" y el lenguaje
Todo un abecedario de aventuras para viajar al pasado.
Siendo niño me gustaba oír hablar a los mayores. En el salón de mi casa, en la fuente de la plaza, en la fragua, a la puerta de la cantina. Cualquier lugar era bueno, no entendía nada de lo que decían, pero aquella onda expansiva que llegaba a mis orejas cargada de sonidos resultaba placentera. Desde entonces me gustan las palabras. Me divierte combinarlas, transitar por ellas, perseguirlas, exprimirlas, disfrazarlas, explorar su ambigüedad. Es un juego que atrapa a poco te descuides.
Sucede que más allá de su valor como medio de comunicación la palabra tiene un no sé qué mágico que te cautiva. De hecho puede convertir en verdadero lo que nunca fue o transformar en memorables hechos anodinos. Es capaz, incluso, de transformar esa realidad incuestionable que percibimos a través de los sentidos.
Una ciudad, por poner un ejemplo, no son sólo las calles que pateamos o sus foros y jardines. Es, también, la voz de quienes a lo largo del........
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