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Robo intrigante

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Cementerio municipal de Caravaca, en una imagen de archivo. / Enrique Soler

A veces ocurren sucesos dignos de ser argumentos de intrigantes novelas. Uno de ellos sucedió en el cementerio de Caravaca, cuando un juez ordenó abrir la tumba de un sacerdote fallecido en 1957.

Pero la historia comenzó muchos años antes. El 13 de febrero de 1934, en plena Segunda República, se descubrió que la reliquia del Lignum Crucis (un trozo de madera........

© La Opinión de Murcia