La COP30 y el dilema brasileño
En la Conferencia del Clima de Belém (COP30), en la Amazonía brasileña, su presidente André Corrêa do Lago promete que la «transición justa y equitativa» estará en el centro de las discusiones. Una transición que pone en el centro la justicia social, el desarrollo sostenible y la creación de empleos verdes, «sin dejar a nadie atrás». Estas promesas son necesarias para preservar la credibilidad de Luiz Inácio Lula da Silva, presidente del país anfitrión de la COP30, a un año de las elecciones presidenciales. Pero las iniciativas brasileñas ponen al descubierto las contradicciones entre un fuerte discurso ambientalista y políticas que priorizan los intereses de las industrias de combustibles fósiles y los mercados financieros.
La financiación climática se está apoderando de los bosques
La gran propuesta de Brasil en la COP es el Fondo para los Bosques Tropicales (TFFF), que tiene como objetivo capitalizar la crisis climática convirtiendo los bosques en activos financieros generadores de ganancias.
¿Cómo? A través de la creación de un fondo de inversión que generaría una ganancia anual de 4 mil millones de dólares. Parte de estos rendimientos se utilizarían para remunerar anualmente a los países que preservan sus bosques tropicales por una suma de 4 dólares por hectárea. La lógica no es muy diferente a la de los bancos: se trata de pedir dinero prestado a un tipo de interés bajo, prestarlo después a un tipo más alto y destinar los beneficios a la remuneración de la conservación. Para ello, el TFFF tendría que recaudar 125 mil millones de dólares USA, el 20% de filantropía y patrocinadores gubernamentales, y el 80% de los mercados privados, incluidos los fondos de pensiones y las compañías de seguros, mediante la emisión de instrumentos de deuda como bonos «verdes» o «azules». Por lo tanto, se trata de préstamos y no de subvenciones.
El TFFF responde al imperativo del capitalismo verde de transformar todo lo que aún no está mercantilizado. Su objetivo es rellenar los vacíos en mecanismos como REDD , financiando todos los servicios relacionados con la conservación de los bosques en lugar de evitar solamente las emisiones de carbono. En teoría, se deberían pagar 4.000 millones de dólares para la conservación, pero todavía no hay garantía de que el fondo logre recaudar los 125.000 millones de dólares previstos, ni de que los 4.000 millones de dólares por hectárea se paguen a los países asociados. Los rendimientos generados tendrán que cubrir, en orden, los intereses de los inversores y los costes........





















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