La bandera, la flotilla y la bondad
Fue en este extinto agosto, en las fiestas de Las Piraguas, Descenso Internacional del Sella, donde Adrián Barbón, singular mandatario del Principado de Asturias, en el puente presidencial de todo el jolgorio, campechano como siempre fue, agarró por el mástil (por dónde si no) una bandera palestina que vio por ahí (están por todos lados, desde los perfiles en X hasta en las carreteras de La Vuelta España, por eso de las modas, los tontos y las lindes) y la alzó rabiando de orgullo, como Mel Gibson enarbolaba la Betsy Ross con desaforado patriotismo bélico en aquella película bastante mediocre, pero donde se dedicaba a su afición favorita en la pantalla, que es escabechar ingleses.
De esa guisa posó Barbón, el muhayadín de Laviana, con su irrenunciable vocación al ridículo, seguro de pasar a la historia (efímera, a fin de cuentas) y dar que hablar en redes sociales (eso sí, pues le dio bombo él a la foto) aunque sea un político demasiado absurdo para tomárselo en serio. Como es ajeno a la decencia elemental, creía estar haciendo un acto humanitario y reivindicativo, mientras a los asturianos, cada vez menos y más arruinados, les quiere imponer el bable por un delirio identitario y por el vil metal, claro.
Lo más divertido es percatarse que el tiempo que alguien como........
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