En Granada, entre cafés y charlas sobre migración, me he acostumbrado a usar una expresión que suele incomodar: Los Nadie. La reacción suele ser inmediata, casi instintiva: lo interpretan como un insulto, como si al nombrarlos así les estuviéramos arrebatando la dignidad. Todo lo contrario: se trata de interpelar.

Influenciado por el anarquismo de Bakunin, el pensamiento crítico de Noam Chomsky, las ideas políticas de Jacques Rancière y los textos de Malla Cea, veo en Los Nadie una categoría que no denigra, sino que denuncia. La expresión, popularizada por Eduardo Galeano en El libro de los abrazos, nombra a los que no cuentan para nada: quienes trabajan, sueñan, sufren y sostienen el mundo, pero a quienes el sistema no reconoce como interlocutores válidos. No son “nadie” porque no existan; son “nadie” porque se les niega el........

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