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Presidente Trump: más ruido que nueces

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17.08.2025

En enero pasado asumió la presidencia de su país Donald Trump, con un enérgico grito de guerra: “¡Hagamos grande nuevamente a Estados Unidos!” La sola formulación en esos términos de su lema fundamental lleva implícito un reconocimiento: la superpotencia ya no es tan grande como solía serlo. Sin dudas, Estados Unidos continúa siendo gigantesco, tanto en su economía como en sus aspectos científico-técnicos, influencia política y militar y presencia cultural en todo el planeta. Pero algo está cambiando.

Sucede que el país, después de la Segunda Guerra Mundial cuando quedó como la principal potencia mundial, siempre en disputa ideológica con la Unión Soviética, comenzó a dilapidar recursos en forma crecientemente desaforada. Su despilfarro fue fenomenal, llegando a consumir mucho más de lo que producía. Por tanto, gastó en forma insaciable. Allí todo se compra por docena; todo se usa un corto tiempo y se arroja a la basura, la novedad por la moda y lo nuevo es insaciable, y donde no es necesario, pero como muestra de esa arrogancia imperial, se usan vehículos de 8 o 12 cilindros, consumiendo cantidades ingentes de petróleo. Un ciudadano término medio de Latinoamérica utiliza 25 a 50 litros diarios de agua para todas sus necesidades; uno del África sub-sahariana: 2 litros. Uno de Estado Unidos: más de 100. Así fue endeudándose, a nivel micro, en cada hogar, como a nivel macro, en las finanzas públicas. Ello trajo como consecuencia un endeudamiento que se tornó impagable en términos técnicos: no hay tanto dinero para solventar esas deudas. La solución: dolarizó la economía global, imponiéndose la moneda estadounidense como divisa universal. Ello se mantuvo solo por presiones de Washington hacia el resto del mundo. Para que no quedaran dudas de quién mandaba, ahí están las 800 bases militares diseminadas por toda la faz del planeta, custodiando la “libertad” y la “democracia”, y el sistema SWIFT impuesto a la humanidad como requisito para el comercio internacional, usando solo el dólar como divisa.

De todos modos, pese a su dominio global en base a la fuerza y la imposición arbitraria de su moneda como patrón universal, la economía hace tiempo le está pasando factura. Hoy su déficit público es descomunal: 36 billones de dólares, equivalente al 124% de su PIB (superando los niveles posteriores a la Segunda Guerra Mundial). Los hogares, a su vez, viven eternamente endeudados, tomándose eso como algo normal, parte del modo de vida: se vive para estar pagándole a los bancos. Ese consumismo voraz, ese derroche despilfarrador que llevó a esos endeudamientos fabulosos, fueron creando burbujas financieras sumamente peligrosas que, tarde o temprano, estallan.

La primera economía capitalista mundial presenta severos problemas en la actualidad: una decena de bancos ha quebrado en los últimos cinco años, y ahora se anuncia que otros sesenta están al borde de la bancarrota. Desde hace décadas se habla de la peligrosa “burbuja” en la que vive el país, con una intrincada mezcla de factores: una moneda sin respaldo real que comienza a ser seriamente atacada por los BRICS y el proceso de desdolarización en marcha, una deuda exorbitante técnicamente imposible de ser honrada, la extrema volatilidad de la Bolsa de Valores, un abultado déficit en la balanza comercial con los países asiáticos (China y Japón fundamentalmente). Cuanto más pasa el tiempo, más se acumulan esos problemas y más aumenta la posibilidad de una implosión, es decir, la posibilidad de que la burbuja reviente. Varios Premios Nobel de Economía han advertido ese peligro: Estados Unidos está ante una bomba de tiempo.

Ese endeudamiento, más el traslado de muy buena parte de su parque industrial fuera de su territorio buscando mano de obra más barata, crearon las condiciones para que en este momento el país ya no sea “tan grande” como otrora. Hoy la gran potencia está desindustrializada, perdió la dinámica de otras épocas, fue superada en lo........

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