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Los BRICS+: ¿una alternativa?

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27.06.2025

Tras la caída de la Unión Soviética y el consecuente enfriamiento de los ideales socialistas, más los largos años de infames políticas neoliberales que empobrecieron y debilitaron categóricamente a los ya empobrecidos históricos, el campo popular hoy se muestra muy golpeado. No puede decirse que eso sea una derrota estratégica, que las luchas de clases salieron de la historia y que el sistema capitalista se erige triunfal sin contradicciones que le hagan sombras. Muy por el contrario, sus insalvables contradicciones -las irreconciliables luchas de clases- continúan siendo su motor dinamizador. Eso, y no puede ser de otra manera, ahí está al rojo vivo. “¡Por supuesto que hay lucha de clases! Pero por suerte yo pertenezco a la clase que va ganando esa guerra”, dijo el multimillonario financista Warren Buffett.

Sucede que el aturdimiento que sufrió la izquierda y todo el campo popular fue tan grande en estos años, que la derecha tomó la iniciativa, mostrando -como dijo la implacable neoliberal Margaret Thatcher- que “no hay alternativa”. O capitalismo… ¡o capitalismo! Hasta llegamos a creérnoslo por un momento, y los discursos posmodernos se enseñorearon. Pero por cierto ¡hay alternativas! Los ideales socialistas no están terminados. Para muestra, véase por ejemplo lo que está sucediendo hoy en el Sahel, en África.

Ante esa desazón que cundió globalmente, con proyectos fondomonetaristas por casi toda la faz del planeta y un Estados Unidos agigantado como única voz dominante, las ideas de transformación social quedaron hechas temporalmente a un lado. Ante ello, la aparición de los tibios “progresismos” que fueron surgiendo en Latinoamérica a inicios del siglo XXI, abrieron esperanzas. Después de las sangrientas dictaduras que enlutaron dramáticamente a todos los países de la región, cuando parecía que hablar de socialismo era algo de milenios ya superados -eso nos intentaron hacer creer, al menos- la aparición de Hugo Chávez en Venezuela con la Revolución Bolivariana alentó expectativas.

Ahora, andando el tiempo, vemos que esos progresismos -gobiernos de centro-izquierda tibios- no pudieron (no quisieron, no supieron…, es más correcto quedarnos con el “no pudieron”) superar el capitalismo. Esto demuestra palmariamente que el cambio de sistema económico-social, y por tanto político, no se puede dar nunca en procesos de elección dentro de los marcos de la democracia parlamentaria tradicional. Sobran ejemplos al respecto, de mandatarios demasiado “osados” que se acercaron mucho a la línea roja que pone la clase dominante: Juan D. Perón, João Goulart, Salvador Allende, Juan Velasco Alvarado, Jacobo Arbenz, Omar Torrijos, J.B. Aristide, etc. Cuando estos mandatarios pretenden ir más allá de lo que el capital tolera, son quitados a las patadas. O con guerra jurídica (lawfare) hoy día. Esta forma política-administrativa de estas democracias es un contrasentido, pues esa llamada “democracia” no es más que la presentación legal, en el ámbito político, que encuentra la explotación capitalista. De esa manera, las luchas de clase quedan enmascaradas con esa circunstancia de aparente “voluntad popular” expresada en las urnas, que obvia lo más importante de la dinámica social: la explotación. Así, todos somos ciudadanos “iguales” ante la ley. Sin dudas, está muy bien armada la mentira

Lo cierto es que, con el proceso iniciado en Venezuela, más la conjunción de economías proveedoras de materias primas en alza (petróleo, alimentos -carnes, cereales-, minerales varios) a partir del portentoso despertar comprador de China a inicios del siglo XXI, todos esos países pasaron por momentos de “progresismo”: gobiernos con talante social y billeteras colmadas. Ahí estuvieron Venezuela, Brasil, Bolivia, Argentina, Ecuador, Paraguay. Y luego una segunda ronda de progresismos con México, Colombia, Honduras, Chile. Ninguno de esos planteos cambió radicalmente la situación de explotación de las grandes masas trabajadoras. Se consiguieron, eso sí, algunas interesantes reformas. En otros términos, se repartió un poco más equitativamente la riqueza nacional, que nunca cambió de manos, pero que llegó -así sea con políticas clientelares- a más amplias mayorías.

Las esperanzas de cambios profundos no se materializaron, simple y llanamente porque esos procesos no podían hacerlo. De todos modos, el hecho que se volviera a hablar de “pueblo” -aunque ya no de clases sociales- pareció un avance fenomenal. Conducta humana totalmente comprensible: a la persona que torturan a diario, el día en que ello no suceda puede parecerle un paraíso. Estamos ahí ante un complejo mecanismo psicológico, una suerte de compensación ilusoria, un oasis en el desierto, un........

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