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Doctrina Monroe: más viva que nunca

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08.11.2025

Estados Unidos ejecuta una falaz guerra contra las drogas y el terrorismo. Su objetivo real es invadir países, aniquilar a presidentes que no aceptan ser sus serviles y poner a políticos locales como sus fieles empleados.

Evo Morales

En 1823 el presidente de Estados Unidos James Monroe marcaba el territorio de influencia de esa naciente potencia -que luego se convertiría en la gran superpotencia, el país más importante del capitalismo-, mostrando los dientes antes la presencia europea en estas tierras. “América para los americanos” fue la consigna de entonces, transmitiendo así el mensaje a los países europeos que cualquier intento de intervención en lo que Washington consideraba ya su natural área de virtual pertenencia (equivalente a decir: su patio trasero), se consideraría un acto de agresión hacia el naciente, y ya muy poderoso, Estados Unidos.

Apenas unos pocos años después de establecida esa “doctrina” -eufemismo por decir: “descarada política imperialista”- Simón Bolívar ya veía el dominio del país del norte como un peligro para las nacientes naciones al sur del Río Bravo. Fue así que pronunció esa histórica frase en 1829: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”. Evidentemente, no se equivocaba.

Décadas después, en 1904, el presidente estadounidense Theodore Roosevelt formulaba lo que se conocería como “Corolario Roosevelt”, donde establecía que si un país latinoamericano resultaba inestable políticamente, o se mostraba incapaz de resolver por sí mismo sus asuntos internos, la potencia del norte se arrogaba el derecho de intervenir para “reordenarlo”, casi “haciéndonos un favor”, según su colonial y patriarcal apreciación. Eso fue lo que dio lugar a la política exterior de la Casa Blanca conocida como “Gran Garrote”. En otros términos: profundización de la Doctrina Monroe.

A lo largo de todo el siglo XX, y también en lo que va del XXI, el imperialismo norteamericano se sintió dueño y señor de Latinoamérica, ejerciendo en todo sentido lo dicho por el presidente Monroe hace ya más de dos siglos. Sus intervenciones en la región se cuentan por decenas: invasiones directas con fuerzas militares propias, apoyo a golpes de Estado, injerencia en la política interna de los distintos países, preparación de personal latinoamericano (antes militares, ahora jueces) como representantes de sus intereses, presencia a través de distintos mecanismos de penetración e injerencia: USAID, NED, DEA, fundaciones, ONG’s, etc.

Nada de lo que sucede en términos políticos en cualquier país latinoamericano escapa a una decisión tomada en Washington, vehiculizada luego por su embajada. Esto, a tal punto, que en muchos lugares cuando se dice “la embajada”, se entiende que se refiere solo a una, la de la potencia del norte, que es un factor clave en el poder, junto a las correspondientes burguesías locales, más decisoria que ellas en muchos casos. “Todos sabemos que Estados Unidos es quien decide las cosas en Centroamérica”, pudo decir vez pasada el ex candidato presidencial en Honduras, Salvador Nasralla, cuando le robaba las elecciones el elegido por la Casa Blanca, Juan........

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