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Armas: negocio infame… pero muy lucrativo

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06.08.2025

Si quieres la paz, prepárate para la guerra”, decían los romanos del Imperio. Parece que la máxima continúa absolutamente vigente. Hoy la preparación para la guerra -aunque nos cansemos de hablar de paz y exista una Organización de Naciones Unidas que formalmente vela por ella (sin conseguirlo nunca, aclaremos)- es, por lejos, el negocio más voluminoso del planeta, que mueve los avances científico-técnicos más fabulosos, y la actividad que concita las mayores preocupaciones de toda la humanidad.

Preocupaciones ¿por qué? Porque el desarrollo de esas armas, cada vez más letales, pone en riesgo la sobrevivencia no solamente del ser humano, sino de toda especie viva que existe en el globo terráqueo. Hemos llegado a tal punto de desarrollo en la capacidad de destrucción que hoy se cuenta con alrededor de 12.000 cabezas nucleares -el 90% de ellas repartidas entre Rusia y Estados Unidos, seguidas luego por China-, suficientes para colapsar con toda forma viva en la Tierra. Es un mito que, de darse esa detonación, solo sobrevivirían las cucarachas; quizá, con buena suerte, algunos seres microscópicos en las profundidades oceánicas, y ello tal vez repetiría el ciclo ya conocido: el caldo primitivo, de ahí a los dinosaurios y luego esta especie tan dañina que somos nosotros, ¿autodestructivos? De liberarse toda esa energía concentrada en ese armamento, el Armagedón que se produciría generaría una explosión de tal magnitud cuyas consecuencias llegarían hasta la órbita de Plutón. Sensacional prodigio científico-técnico que ningún otro animal puede lograr, pero al tiempo que se puede lograr eso, con la abundante comida que existe hoy día (40% más de la necesaria para nutrir bien a los 8.236 millones de humanos), el hambre sigue siendo uno de los principales flagelos de la humanidad (20.000 muertes diarias por falta de alimentos). ¿Desarrollo? Bueno… abre interrogantes la cuestión. En los marcos del capitalismo, ese portentoso “desarrollo” científico-técnico sirve solo a muy pocos. Las grandes mayorías lo ven pasar de largo.

Sin dudas, la paz no es solo la ausencia de guerra: es el aseguramiento de una vida tranquila, con satisfactores básicos resueltos y panorama agradable a la vista. Si existen tantas y tan variadas armas, aunque no tengamos una Tercera Guerra Mundial con armamentos nucleares -final de todo, definitivamente (MAD: Mutually Assured Destruction, Destrucción Mutua Asegurada… MAD, “loco” en lengua inglesa)- algo nos dice de la complejidad de estos temas -¿de la “locura” en ciernes quizá?-. La violencia -que se une en forma indisoluble con el conflicto y con el poder– sigue siendo el pan nuestro de cada día. “La violencia es la partera de la historia”, dijo un decimonónico pensador, hoy supuestamente superado. Hablamos de paz hasta el infinito, pero ello va de la mano de la guerra. Para analizarlo en detalle, ¿verdad? O cuestionarlo. Recordemos el dicho romano recién citado: si vis pacem, para bellum.

El ser humano hace uso de la violencia para sobrevivir. De ahí que, primitivamente, para cazar y poder comer, empleó la fuerza. Así inventó la primera arma. Según enseña la historia y la antropología, el primer humano, hace dos millones y medio de años, en lo que hoy se conoce como la zona de los Grandes Lagos en África central, el Homo Habilis, cuando descendió de los árboles y se irguió en dos patas, fabricó el primer instrumento: una piedra afilada. En otros términos: un arma. Pero las armas actuales no están al servicio de la pura sobrevivencia: tienen que ver con los juegos de poder que nuestra especie fue dibujando a lo largo de los milenios. Obviamente no se necesitan misiles hipersónicos con cabezas nucleares, cada uno de ellos con entre 25 y 50 veces más poder letal que las bombas arrojadas innecesariamente por Estados Unidos sobre un Japón que ya se estaba rindiendo. No necesitamos eso para sobrevivir, como si fuera aquella legendaria primera piedra afilada al servicio de la caza. ¿Para qué entonces?

Aunque se dice que las armas están al servicio de la defensa, eso no es así realmente. Son una prolongación artificial de nuestra violencia: matan, mutilan, aterrorizan, dejan secuelas psicológicas negativas muy perdurables, destruyen toda obra civilizatoria humana. No defienden, sino que atacan. Finalmente, y esto es lo más importante, evidencian el poder. Los desfiles militares que exhiben el armamento más moderno........

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