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¿Hacia el fascismo, hacia la guerra nuclear o hacia el socialismo?

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28.04.2025

El escenario mundial está hoy más complicado que nunca. El proceso de globalización -que, en realidad, comenzó con la llegada de los europeos al continente americano a fines del siglo XV, pero que alcanzó su punto máximo con las políticas globalizadoras del neoliberalismo de las pasadas décadas- no tiene retorno; hoy día, hasta la más remota aldea de cualquier punto del planeta está integrada en este mercado-sistema-red comunicacional mundial, del que nada ni nadie puede estar ausente. Eso ha tornado la dinámica político-social mucho más compleja que años atrás. ¿Quién manda en el mundo? ¿Quién es el propietario de las megaempresas que encontramos hasta en esa remota aldea? (muy probablemente allí habrá un cartel de Coca-Cola, o de Marlboro, y quien la atiende usará un teléfono celular inteligente, quizá marca Nokia; y cuando enferma, si no recibe hierbas de la medicina tradicional, tomará algún medicamento de Pfizer). ¿Quiénes son los “buenos” y quiénes los “malos” en la actual película? Durante la Guerra Fría las cosas parecían estar más claramente dibujadas; hoy, no tanto.

Está claro que sigue habiendo explotadores y explotados en términos económicos: eso no ha variado desde que existe, con la agricultura, propiedad privada (“el primer robo de la historia”, según el anarquista francés Joseph Proudhon). La cuestión es que ahora las cosas están más complejas de analizar, y por tanto, de cambiar. Los megacapitales que mueven el mundo, como diría Marx, “no tienen patria”. Los fondos de inversión, por ejemplo, se trasladan a velocidad vertiginosa de un punto del planeta a otro, y solo algunos, una pequeña élite -nunca se sabe exactamente quién- es el propietario de ellos (¿quién se beneficia realmente de Coca-Cola, de Nokia o de Pfizer?). Una oligarquía financiera internacional, en general del norte -rubia y de ojos celestes- se aprovecha de ello, además de grandes empresas productoras. La noción de un “patrón” bien vestido que asiste todos los días a controlar su fábrica quedó largamente en la historia. Pero sigue estando claro, más allá de la composición del capital, que hay dueños y, en oposición, una enorme masa trabajadora. Eso no ha variado. Masa trabajadora que ya no sabe bien lo que es un trabajo fijo, que desconoce -cada vez más- las prestaciones laborales: seguros de salud, de desempleo, jubilaciones, vacaciones pagas-. La situación de explotación no cambia, pero sí la forma en que se va realizando (o profundizando, mejor dicho, hoy en día).

En la actualidad la robotización, al menos en el mundo capitalista, en vez de ser un beneficio para la gran mayoría de la humanidad, solo sirve para beneficiar a unas pocas grandes empresas. Las tecnologías digitales, si bien abren infinitas posibilidades positivas (por ejemplo, leer estas líneas en cualquier parte del globo), sirven básicamente como mecanismo de control social. El mundo se complejizó de tal manera que en este momento un texto de la extraordinaria profundidad como los de Marx, escrito en el siglo XIX, si bien no ha perdido vigencia, debe ser........

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