Cámaras y micrófonos hasta las aulas

De pequeños, las cámaras del banco y la pequeña pantalla que mostraba la imagen que estaban grabando eran una novedad para nosotros. Entonces lo veíamos como un juego, y no entendíamos la manía de nuestros padres por estropearnos el juego. A medida que nos hicimos mayores, nos acostumbramos a ver cámaras en cada vez más sitios: en las calles, plazas, bares. Supuestamente, la videovigilancia siempre se ha implantado atendiendo a unos intereses comunes: seguridad, protección… Pero, dado que en la sociedad de clases no hay intereses comunes, la pregunta es: ¿seguridad para quién? ¿Protección para quién? Quien establece una cámara, micro o localizador busca cierto control; que se garantice el cumplimiento de ciertas reglas, y, en caso de no cumplimiento, que se puedan tomar medidas represivas.

En pocos años, nos han quitado por completo el control sobre nuestra información. La acumulación de nuestros datos es totalmente opaca: no sabemos qué datos recoge quién, dónde, ni para qué. Ya conocemos los riesgos de la falta de protección de datos personales: el ciberbullying, pedófilos que han grabado imágenes de menores, aplicaciones para chivatos que permitirán conectar su cámara del móvil con la policía, abusadores que controlan todos los movimientos de sus novias, chantajes de policías que acosan a militantes políticos…

Pues bien, ahora quieren instalar cámaras y micrófonos en los centros escolares, concretamente, en las aulas donde menores y trabajadores pasamos entre 6 y 7 horas al día. Como es costumbre, lo quieren hacer bajo el pretexto de responder a un interés común: se supone que son medios para poder realizar videoconferencias, para posibilitar la enseñanza a distancia. ¡Que no nos engañen! Las cámaras en nuestras plazas no eran para garantizar la seguridad ciudadana, y las cámaras y los micrófonos no llegan ahora porque se necesiten en las aulas.

Todo esto es una medida del plan de Transformación Digital........

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