Esto está que arde
Esto está que arde
Se acabaron las vacaciones de articulista dominguero: pongo música clásica y me paro a pensar qué escribir. Ya sé que hay mucha gente que escribe sin pensar primero, pero yo no soy tan inteligente. Pararse a pensar es ya una de las cosas más extrañas y difíciles de conseguir. Más bien pensamos sólo mientras nos movemos, mientras asumimos que cualquier rutina es mala, que toda novedad es buena. “Nunca se es suficientemente moderno”, creo que dijo algún poeta francés, aunque ahora un ingenio informático me dice que no se sabe quién fue el primero, y mezcla a Foucoult con Sontag. Y todo eso en relación con algunos críticos -Latour, por ejemplo- que dicen que lo que nos pasa es que nunca fuimos modernos. Vaya por Dios. La verdad es que a estas alturas me da lo mismo, que lo que quería defender es que el pensamiento requiere de experiencia, claro, pero también de rutina, sobre todo de rutina.
Antes, se cogía estas especiales vacaciones porque nunca pasaba nada en agosto. Uno podía reírse de la canción del verano o de las astracanadas de empresarios dedicados a captar turistas. Quizá se podía glosar un incendio forestal, por entonces relativamente disciplinados. Los políticos veraneaban aquí y allá, sin que ello supusiera crisis de Estado. Pero todo eso se ha acabado. Agosto es el mes preferido para que la naturaleza siga desbocándose con incendios convertidos en asesinos engendros, para que haya una mortal epidemia de muertos por el calor, para que la política tome sus recreos en balnearios de lodo, para que el fútbol se solace apurando sus millones en fantásticos escenarios. Y © Información
