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¿Pactos de Estado?

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monday

Una imagen de archivo del Congreso de los Diputados. / Javier Lizón

España ha sido un caso de éxito durante décadas. En gran medida fue posible gracias a grandes pactos políticos y a algunas sentencias decisivas del Tribunal Constitucional en su primera etapa. También ha sido durante mucho tiempo, si no lo es todavía, el mayor éxito de la Unión Europea hasta el momento. No fue sencillo, puesto que nuestra realidad histórica obligaba a conciliar el eje tradicional izquierda-derecha y el eje nacionalismo español-nacionalismos subestatales. La voluntad política y las renuncias de las partes lo hicieron posible.

Pero durante las últimas décadas el Estado Autonómico emite preocupantes señales de “fatiga de materiales” y de bloqueo político. Hasta el punto de que hablar de pactos de Estado en este momento es pura retórica vacía. Los grandes partidos, que son parte necesaria, aunque no suficiente, dada la geografía política española, se han instalado en una dinámica de enfrentamiento total que excluye cualquier posibilidad de acuerdo estratégico. Y no solo han inhabilitado los espacios institucionales disponibles para el diálogo entre Gobierno central y Comunidades Autónomas, en especial la Conferencia de Presidentes y las Conferencias sectoriales, sino que han devaluado, mediatizado o “colonizado”, en interés propio, otros espacios institucionales del Estado.

Hubo un tiempo en el que en España los actores políticos dialogaban entre ellos. Incluso eran capaces de acordar. No eran tiempos sencillos y tampoco conviene mirar hacia atrás con nostalgia, porque también hubo episodios de enorme tensión y profundos desencuentros. Pero todos hacían suyo un intangible fundamental para poder gobernar con cierta coherencia: lealtad institucional y sentido de Estado. Ese principio básico ha quebrado. Y esa quiebra evidencia nuestro gran fracaso colectivo. De acordar desde la legítima discrepancia se ha pasado al rumbo de colisión. La permanente judicialización de asuntos de Estado es el mejor ejemplo de fracaso de la política.

Un Estado compuesto como el nuestro es ingobernable desde el enfrentamiento y el recurso permanente a la polarización incentivada desde las propias cúpulas de los partidos llamados de Estado. La distribución del poder político entre parlamentos y gobiernos de distinto........

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