La memoria histórica española, en boga desde que el zapaterismo (variante oportunista del socialismo patrio) la lanzó al ágora, no tiene fuelle apreciable en la calle, ni en el parlamento, ni en los ministerios.

Alcanza poco, por ignorancia. Se han cumplido este verano los cien años de una amnistía general en España sin que nadie haya mencionado la efemérides, para bien o para mal.

La concedió el general Primo de Rivera. La propuso al rey con la venia de las fuerzas que sostenían al gobierno (incluida la UGT). Heraldo, siempre muy suyo, expresó reticencias, porque la consideró escasa, pero del modo peculiar que se verá.

Decía el editorialista (domingo, 16 de julio de 1924) que ejercer la piedad es digno de encomio, sobre todo si quien la practica "tiene en su mano todos los poderes y, por tanto, las vidas y haciendas de sus conciudadanos". El diario plasmaba así la calidad de un gobernante muy popular, sí, pero con poder omnímodo, clara alusión a la autocracia. El redactor reconocía la necesidad razonable de borrar (verbo exacto) esos delitos y de menguar los castigos, pues las circunstancias hacían que "surgieran delitos artificiales y porque nuestros códigos son excesivamente duros en sus sanciones y nuestros procedimientos, por su respetable antigüedad, no........

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