Campos de exterminio
Querer es poder. El grave problema en la vida es que a veces se quiere y no se puede, o en otras ocasiones se puede, pero no se quiere. No es un trabalenguas. Es la forma de explicar lo que está sucediendo en el país, particularmente en temas de seguridad y justicia. El tema es obligado porque a la luz de los hallazgos y acontecimientos en Teuchitlán, Jalisco, la reflexión se tiene que hacer para no caer en las simulaciones y demagogia. Morena ha acumulado mucho poder en los últimos años y particularmente en los últimos meses, por lo que si no logra resultados es porque no quiere.
El simple hecho de que tengamos un lugar en que se está privando de la libertad, y en muchos casos de la vida, es como para que el escándalo nacional (e internacional) no cesare ni un segundo. Pero las autoridades responsables de los tres niveles de gobierno lo único que han hecho es aventarse la papa caliente, mostrando una enorme indolencia e insensatez. En el colmo de la falta de orden, varios de ellos, incluyendo la presidenta Sheinbaum, el fiscal general Gertz, y el secretario García Harfuch, optaron por defender el caso diciendo que no hay evidencias de un campo de exterminio, aunque sí reconocen que se privó de la vida a distintas personas (como si entonces el exterminio depende del número de personas a quienes maten). No contentos con ello, y faltando a cualquier lógica legal, decidieron destruir la evidencia en el sitio promoviendo una visita con grado turístico a reporteros para luego utilizarlos como testigos de que ahí no había nada adverso. Una canallada y la forma más vil de inhibir real justicia.
La tragedia no para ahí. Existen en el país madres buscadoras. Eso en sí mismo suena a una tragedia descomunal. Es inaceptable que haya tal nivel de violencia y de destrucción institucional que ya sean miles las personas que deban dedicarse a la búsqueda de sus seres queridos porque los mismos fueron desparecidos y las autoridades no pueden detener los delitos, procesar a los responsables, y ni siquiera encontrar a las personas que fueron desaparecidas (con vida o no).
De hecho, en un intento absurdo y desesperado de aparentar alguna mejoría, a lo que han recurrido desde el sexenio pasado es a contaminar las bases de datos entre homicidios dolosos y desaparecidos – han hecho que los homicidios bajen artificialmente catalogando a muchos decesos como desaparecidos.
Hoy en México estamos en una ola de violencia y desesperación debido a errores acumulados por varios sexenios, pero en ninguno como el anterior es que las pifias tomaron otro matiz. Bajo la dinámica de “abrazos, no balazos” lo que sucedió en los hechos fue que se normalizó la convivencia con la delincuencia organizada, pasando la autoridad a ser un cómplice de lo que los delincuentes decidieran hacer. Esa tolerancia provocó que no........
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