Opacidad criminal
Se ha hablado tanto de la pérdida del grado de inversión que, por agotamiento, hemos caído ya en el estado de negación. Lejos de enmendar el camino, a diario tomamos rumbo hacia perderlo. La irresponsabilidad financiera; la impericia burocrática, y una terquedad patriotera dominan el país. Muchos consideran que el tema no es materia de preocupación, y que, en caso de presentarse el temido escenario, éste podría ser superado con relativa facilidad. Nada más alejado de la realidad.
Es cierto que nunca pasa nada, hasta que sucede. Los mexicanos nos hemos acostumbrado a vislumbrar horizontes sombríos, pero solemos pensar que las catástrofes no pasarán en la presente generación, y que, serán otros, quienes las sufran. Sin embargo, el futuro nos alcanzó. Mientras que los que están en el poder se arrebatan curules, puestos y fondos públicos, esa baja pasión, a la que neciamente llaman política, a todos entretiene, como el vulgar burlesque que es. Hace ricos a algunos, redistribuyendo esquizofrénicamente lo ajeno. La cleptocracia no entrega el poder, sólo cambia de color, para seguir siendo lo mismo.
Los tozudos integrantes del partido oficial se regodean en la estulticia, y se mofan de los analistas, señalando que el temido vaticinio no acaba de cumplirse, ello, sin advertir que son los poderosos intereses de los fondos de inversión, y otras corporaciones estadunidenses, los que han retrasado el cataclismo de nuestras finanzas. Lo han hecho en beneficio propio, y no de los mexicanos. Saben que, de declararse la quiebra de Pemex o de la CFE, los títulos que han acumulado, por años, se convertirían en bilimbiques, valdrán menos que el papel en el que constan, por lo que miran hacia otro lado, lejos de la contabilidad de esas improductivas empresas.
Así es, preservan de pie el cadáver de las emisoras, sabiendo que el Gobierno Federal seguirá sacando de las arcas públicas para cubrir intereses, y que, los severos señalamientos en contra de las empresas públicas sólo aumentan el rendimiento. Sin embargo, el grado de descomposición al que se ha llegado, pronto impedirá seguir simulando la viabilidad de las empresas que alguna vez fortalecieron el erario.
Las autoridades financieras del vecino país cayeron en el dilema del regulador, se resisten a ser ellas quienes den paso al reconocimiento del quebranto, y así, permiten se sigan colocando los tóxicos valores emitidos por Pemex y la CFE, a sabiendas de que ambas, hace rato, perdieron solvencia y viabilidad. La perniciosa y permisiva conducta, durante años, permitió a las fallidas, acceder a capital fresco en el mercado neoyorkino empleando toda suerte de argucias y velos corporativos, tendidos a modo de aparentar solvencia, seriedad técnica y responsabilidad financiera.
Truculentos fideicomisos, el incesto corporativo y la doble, triple y múltiple contabilidad, se emplearon ad nauseam para esconder el ruinoso estado de las paraestatales, mismas que, inevitablemente, tendrán que reconocer un boquete impagable. Irregulares vehículos que son, y no son, al mismo tiempo, entidades públicas, cobijados por una Auditoría Superior de la Federación inexperta, impreparada, y sin duda cómplice, han llevado el fraudulento proceder a linderos peligrosos para la estabilidad financiera del país.
A diferencia de los fideicomisos del poder judicial, que sí contaban con recursos dictaminados actuarialmente para hacer frente al pasivo laboral, los fondos y fideicomisos en ambas paraestatales se encuentran en números rojos, y pronto tendrán que ser borrados de las........
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