No estamos tan bien. Y podemos ir peor
A un año del mandato de la presidenta Claudia Sheinbaum, el cambio más notorio en la estrategia de seguridad pública ha sido el final de la política de “abrazos, no balazos”. Ello ha dejado notables resultados en lo que se refiere al debilitamiento operativo del crimen organizado. Notables por evidentes, no por efectivos per se.
Empero, hay continuidades nocivas. Entre ellas, la gestión de la violencia letal a partir de su negación y ocultamiento, y el abandono estructural de las policías municipales y fiscalías. Si además consideramos que la prevalencia de los apoyos económicos no condicionados son muchas veces las únicas estrategias de prevención social, queda claro por qué en varias regiones del país nos mantenemos muy lejos de la pacificación.
Ninguna política pública ocurre en el vacío. Sucede en un contexto político que determina en buena medida su contenido, a menudo termina devorando sus principios técnicos, y relega el interés social a un segundo plano. Es el caso de la estrategia de seguridad pública de la presidenta Claudia Sheinbaum. Desde hace un año, tres coyunturas moldean el contenido central de su política de seguridad.
Primero, la campaña expansionista de Donald Trump, quien ha hecho de la seguridad pública el principal pretexto para extorsionar a los gobiernos de la región e imponer sus intereses.........
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