El horror en Hermosillo no es un hecho aislado
Hermosillo está viviendo una tragedia: el asesinato de una madre y sus tres hijas —Meredith, Medelin y Karla— presuntamente a manos de su pareja, un hombre señalado por la Fiscalía como operador del narcomenudeo en la capital sonorense. La escena del crimen, por su brutalidad, ha estremecido al país.
No hacen falta más detalles para entender la magnitud del horror. Lo urgente no es describir la escena, sino entender que no es una excepción. No se trata de un hecho aislado, sino de un síntoma claro de un sistema que sigue siendo ciego —y muchas veces cómplice— frente a las violencias que se ejercen contra las mujeres y las niñas.
Este crimen revela con crudeza las fracturas estructurales de nuestro sistema de seguridad y justicia: un aparato que se expresa con discursos de paridad, pero sigue operando bajo lógicas profundamente desiguales. La violencia feminicida no figura entre las prioridades reales del Estado. Se pronuncian condenas oficiales, se anuncian diagnósticos, pero en la práctica las violencias contra las mujeres continúan ocurriendo con impunidad y sin respuestas efectivas.
Y no, esto no es un caso aislado. La violencia letal contra niñas, niños y adolescentes va en ascenso en........
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