Para Felipe y quienes lo extrañamos. Por Natalia González
Felipe Schwember Augier, amigo, intelectual público y miembro fundador de Faro UDD, dejó repentinamente este mundo la semana pasada. Tan abrupta fue su partida, que a veces pienso que, en cualquier momento y alfajor en mano, aparecerá saludando con su tan habitual “Hola, quiubo, cómo estai”.
Lo conocí cuando estudiábamos derecho en la universidad. “Otrora” como diría él.
Pero mi cercanía intelectual con Felipe no se produjo sino hasta el mal llamado “estallido social” y el “momento constituyente” chileno. En ese contexto, se produjeron largas conversaciones, que luego se tradujeron en generosas invitaciones de su parte a que escribiéramos capítulos de libros o ensayos, que luego publicaba junto a Valentina Verbal (otra gran intelectual e historiadora chilena, amiga entrañable de Felipe), y posteriormente, en Faro UDD.
Y es que Felipe siempre nos animó a pensar. A reflexionar fundadamente sobre la realidad que nos inundaba, las posibles causas o explicaciones a los sucesos que vivíamos y sobre los peligros que detectábamos para la democracia liberal constitucional, el Estado de Derecho, la igualdad ante la ley y las reglas formales del ejercicio democrático.
De bajo perfil, pero valiente como muy pocos, Felipe expresó en el debate público, con gran claridad y lucidez, lo que pocos se atrevieron y atreven a decir a viva voz, y menos ante audiencias masivas, y lo hacía “perfecto, perfecto” (aunque él jamás lo describiría así, pues era de una humildad poco usual).
“Perfecto, perfecto” era, en realidad, como solía contestar a cualquier petición de ayuda, reunión o solicitud de trabajo adicional que uno le pidiese. Más allá de........
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