¿Debe celebrar el independentismo el 1-O?
Acabamos de superar el séptimo aniversario del referéndum del 1-O y ante eso hemos podido observar reacciones de todo tipo. Desde los que lo reivindican como un hito histórico, como algo vivo, incluso vigente, hasta los que no lo han mencionado para nada, seguramente para favorecer su olvido. O porque lo consideran un acontecimiento tan desgraciado y maléfico que prefieren menospreciarlo. En el recuerdo de personas como yo, el 1-O es sobre todo un día luminoso, un momento que vivimos con una ilusión y esperanza inmensas, a pesar de las nubes, cargadas y muy oscuras, que veíamos en el horizonte, a pesar de que sabíamos que lo más seguro —mucho más que seguro— era que el independentismo acabara fracasando en su intento, y que el Estado ni siquiera se plantearía negociar. (De hecho, el Estado finalmente no se avino a negociar ni la capitulación independentista).
Muchos sabían, aquel 1 de octubre, y el 3, el día del gran parón, que el independentismo estaba atrapado, en una especie de callejón sin salida. Otra cosa es que, llevados por esa esperanza e ilusión inmensas, no quisieran darse cuenta de que difícilmente lo lograríamos. Eso, aunque el gobierno de Mariano Rajoy había cometido el enorme error de golpear salvajemente a los ciudadanos que habían ido a votar. El día 3 se produjo también el discurso del rey, un discurso en el que se saltó su deber constitucional (el artículo 56 establece que la corona........
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