Diplomacia lesionada
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En la diplomacia, como en pocas áreas del ejercicio del poder, los tumbos de un gobierno terminan dejando cicatrices profundas. Por eso resulta tan desafortunada y preocupante la manera como el gobierno actual ha convertido las sedes diplomáticas en escenarios de usos dudosos que nada tienen que ver con el mandato esencial de la política exterior: servir a los intereses del Estado colombiano, no a los de un puñado de políticos, amigos o, lo que es más inquietante, aliados cercanos en aprietos judiciales. El caso de Carlos Ramón González es el último y más escandaloso ejemplo. Que una persona señalada como ficha clave del saqueo de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres –el mayor escándalo de corrupción de esta administración– haya vivido durante meses en la residencia oficial........
© El Tiempo
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