Izquierdistas, Trump les robó las jugadas
Por David Brooks
En algún momento de 1985 almorcé con Sam Francis en la cafetería de The Washington Times, donde ambos trabajábamos. Puede que nunca hayas oído hablar de Sam Francis, pero los seguidores del movimiento MAGA (al menos los más intelectuales) lo conocen como uno de los pensadores seminales de su agrupación.
El almuerzo fue incómodo porque lo encontré siniestro e inquietante (y probablemente él me consideró ingenuo). En aquel entonces yo no comprendía que su forma de pensar triunfaría en los círculos conservadores y la mía sería derrotada. No creo que él ganara porque fuera un racista redomado, aunque lo era. (Más tarde fue despedido por escribir una columna en la que sostenía que “ni la ‘esclavitud’ ni el ‘racismo’ como institución son un pecado”). Creo que ganó porque era un revolucionario, mientras que yo era un conservador. Yo quería reformar las cosas; él quería destruirlo todo.
Las opiniones de Francis eran reaccionarias en el fondo, pero revolucionarias en el método. Comprendía que sus tácticas estaban más cerca de Karl Marx y Vladimir Lenin que de Edmund Burke. Y no era el único. En los últimos 50 años aproximadamente, las ideas revolucionarias de izquierda han entrado en lo que el marxista italiano Antonio Gramsci denominó la “filosofía espontánea” y que nosotros llamaríamos la atmósfera cultural. El movimiento MAGA se ha beneficiado al explotar estas ideas para destruir a la izquierda.
Las ideas, concebidas cuando el centro burgués constituía el grupo cultural dominante, se desarrollaron para destruirlo. Ahora la élite universitaria de izquierda es el grupo cultural dominante, y las ideas revolucionarias de izquierda funcionan igual de bien contra ellos. Permíteme darte algunos ejemplos de cómo el movimiento MAGA adopta ideas de izquierda para salirse con la suya (incluso sin saber, en la mayoría de los casos, de dónde proceden dichas ideas):
Posmodernismo. Muchos posmodernistas sostenían que no existe la Verdad con mayúsculas. Las afirmaciones son narrativas construidas para la imposición del poder. Lo que importa es de quién son las narrativas que obtienen el dominio social. Como señaló Jonathan Rauch en un brillante ensayo publicado en Persuasion, Donald Trump, quien probablemente nunca ha oído hablar de los posmodernistas, tomó esa idea y la puso en práctica. La verdad es lo que él diga que es. Kellyanne Conway habló de “hechos alternativos”. Rudy Giuliani, ese........





















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