Un puro con Morante
Opinión | TOROS
El diestro Morante de la Puebla en la lidia de su primer de la tarde en el festejo taurino en Las Ventas. / Borja Sánchez-Trillo / EFE
Hay tardes en que el sol cae sobre la plaza con furia dorada. El aire se espesa, los poros arden y el albero parece derretirse bajo el peso de la luz. Las manos se hacen visera, los párpados vacilan ante el resplandor, y en ese instante detenido, cuando el calor y el silencio se confunden, una figura se recorta contra las viejas tablas del callejón.
Un hombre de patillas, silueta curva y alma antigua saca un mechero y enciende un puro. No mira al ruedo. Da la espalda al coso, sentado en la madera gastada. Con cada calada parece rumiar lo que hace un instante le rozó la piel: quinientos kilos de fuerza, de miedo y de hermosura. La llama prende, y el humo asciende despacio, zigzagueante, altivo, como un trazo que se dibuja en el aire.
