El niño que prometimos no olvidar
Opinión | Una ibicenca fuera de Ibiza
Mientras los máximos exponentes del lujo, como Four Seasons, Louis Vuitton o Bvlgari, se afanan en construir resorts para que unos pocos privilegiados gocen de las paradisíacas vistas al mar Egeo en Bodrum, Turquía, millares de desgraciados tratan de escapar.
Más de 250.000 personas se lanzaron al mar y alcanzaron las costas europeas en 2015, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (IOM). Aproximadamente 3.771 murieron o desaparecieron intentando cruzar el Mediterráneo hacia Europa —fue el año más mortal hasta entonces—. Pero si fallamos a los vivos, lo hacemos doblemente con los muertos. Empezando por los números: apenas representan la punta del iceberg. Los cuerpos no recuperados, los incidentes no reportados, no aparecen en recuentos oficiales. Por eso, si las cifras mostradas impresionan, a las que hay que temer de verdad, es a las invisibles.
Y entre tantos miles de muertos solo aquel 2015 hay uno que sí recordamos: Aylan Kurdi. Aunque en realidad su nombre era Alan. Fueron las autoridades turcas, al otorgar a su familia el régimen de protección temporal para refugiados sirios, quienes “turquificaron” su........
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