El doble estándar corporativo: cuando los valores son solo palabras
La incoherencia ya no es gratis. Se paga en reputación, en rotación, en desafección. En cinismo colectivo. Y queda poco tiempo para que este tipo de gestión –la que ignora el alma y glorifica el margen– pueda seguir sobreviviendo sin consecuencias.
Hace unos años, un gerente de Administración y Finanzas me resumió la lógica de su trabajo con una franqueza brutal: “Esto se trata de vender caro, comprar barato, cobrar rápido y pagar lento. Todo lo demás es poesía”. Y con “todo lo demás” se refería, por ejemplo, a los valores corporativos puestos en la entrada de su oficina: integridad, respeto, colaboración, compromiso. Una gráfica que probablemente costó más que lo que se paga mensualmente al proveedor que la limpia a diario.
Esta no es una historia sobre una empresa en particular. Es sobre un patrón. Una contradicción sistémica que muchas organizaciones arrastran, quizás sin siquiera notarlo. O peor aún: notándolo, pero eligiendo seguir con la función.
Porque mientras el relato corporativo nos habla de propósito, impacto, bienestar y sostenibilidad, las decisiones reales –las que de verdad importan– se siguen tomando con una calculadora en la mano y el Ebitda en la frente.
Eso no tiene nada de malo, por cierto. Las empresas........
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