La renovación no es un casting de simpatía
Es necesario un golpe de timón, pero no de cosmética, no de estilo, ni de etiquetas. Se necesita una reforma moral y política profunda, se necesita recuperar vocación de mayorías, no el consuelo de las propias filas ideológicas.
En tiempos de confusión, lo fácil gana terreno, disfrazado de autenticidad. Arropado con palabras como cercanía, rostros nuevos, el barrio, versus los cuicos, los fomes. El análisis político se desliza, entonces, hacia un lugar cómodo, epidérmico, sin matices. Un lugar donde la historia estorba, el pensamiento incomoda y la política se reduce a una puesta en escena con jerga coloquial y con estética de meme.
Decir que la crisis del Socialismo Democrático es un problema de “caras” es como decir que la crisis de la literatura es un problema de tipografía. Es una lectura superficial, entretenida quizás, pero vacía. Lo que está en juego no es quién aparece en la foto, sino qué ideas se encarnan, qué tipo de país se sueña y cómo se llega a él.
Desde esa simplificación, todo lo que huela a pasado se vuelve automáticamente sospechoso. La Concertación, por ejemplo, es condenada sin más ni más. No porque se hayan estudiado sus luces y sombras, sino porque es vieja. Y lo viejo, se nos dice, debe dar paso a lo nuevo. Aunque lo nuevo no sepa muy bien qué hacer con el país.
Es cierto que el........© el mostrador
