La chispa de la segunda independencia
Hace 215 años, mientras los criollos deliberaban en salones coloniales, fue el pueblo llano —artesanos, jornaleros, mujeres sin tierra— el que salió a las calles. José María Carbonell, el tipógrafo mestizo, el orador del descontento, descendientes de catalanes, agitó las plazas con la urgencia de los que no tenían nombre en el acta. Lo llamaron “el chispero de América” porque encendió la revuelta sin pedir permiso. Pagó con su vida, pero sembró una verdad que aún germina: la soberanía no es un favor, es una construcción colectiva, plural, viva.
El acto de independencia no fue unánime, ni fue inmediato. Fue una disputa. Y en muchos sentidos, sigue siéndolo. Porque aún hoy hay quienes tienen la tierra y quienes solo la caminan. Aún hay quienes toman decisiones desde arriba y otros que solo las padecen. Aún hay niños sin escuela, madres sin justicia,........
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