Entre la Sierra y el mar: Santa Marta se juega su futuro
Fundada en 1525, fue puerto de entrada de conquistadores y muchas veces saqueada por piratas que, al parecer, aún no se han ido. Lugar de resistencia indígena, cuna de luchas obreras y escenario de despedida de El Libertador Simón Bolívar, también ha sido símbolo de atraso en servicios, exclusión social y desigualdad. Aquí las viejas élites, y las nuevas con piel de oveja, han convertido la ciudad en botín antes que en proyecto colectivo.
El pasado 29 de julio, desde la Quinta de San Pedro Alejandrino, Gustavo Petro lo dijo con claridad: “El agua nace en la Sierra, pero escasea en la Sierra… Estas plantas garantizarán agua potable suficiente para toda la ciudad. Esta va a ser una región del agua, sin escasez.” Sus palabras no fueron metáfora, sino programa político: sin agua no hay paz.
El paquete de inversiones anunciado es histórico: $1,2 billones para agua y saneamiento, con dos plantas desalinizadoras —una en Taganga y otra en el sur—, rehabilitación de pozos, estaciones de bombeo y optimización de redes. A esto se suman más de $75.000 millones para modernizar el aeropuerto Simón Bolívar, la construcción de seis muelles turísticos y una red cultural con Museo Etnográfico, macrobiblioteca y Centro Cultural Bolivariano. También está sobre la mesa un proyecto de data center de escala global con apoyo del Estado de Catar, que pondría a Santa Marta en la ruta de la economía digital, y alianzas con países árabes para energías renovables y turismo sostenible. Nunca antes se había hablado de Santa Marta en clave de ciudad del futuro.
Y sin embargo, la paradoja persiste. Seguimos rezagados frente a Barranquilla y Cartagena, cuando en realidad deberíamos........





















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