El mar brusco hace experto a un marinero
En política, como en el mar, no siempre hay calma. Las semanas turbulentas, como la que acabamos de vivir, son también momentos de aprendizaje colectivo y reafirmación del rumbo. La renuncia de Laura Sarabia, la polémica en torno al contrato de pasaportes, los cuestionamientos que pesan sobre exministros cercanos y las tensiones en el gabinete no deben interpretarse como un punto final, sino como una oportunidad para corregir el trayecto y consolidar lo que aún está por construirse.
He seguido cada hecho con responsabilidad y esperanza. No desde el alarmismo, sino desde la convicción de que el cambio que impulsamos sigue teniendo sentido. La carta de renuncia de Sarabia fue serena y directa. Su frase “no puedo acompañar este rumbo” marcó una distancia sin rupturas, sin escándalo. El presidente respondió con reconocimiento, pero también con una señal firme: en este proceso no hay espacio para la codicia ni para el ego. Solo cabe la coherencia con el mandato ciudadano de transformación.
Lo que se expresa aquí no es solo una diferencia de criterio administrativo. Es un recordatorio de que gobernar exige diálogo interno, disciplina institucional y voluntad para corregir sin castigar. El relevo en la Cancillería debe verse como un momento para fortalecer el equipo, abrir nuevas voces y volver a convocar liderazgos con experiencia,........
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