Diarios Genealógicos: Papá Peppino, Il Capo di Tutti Capi. (Período-I): De Orsomarso a Villa de Cura
A la memoria de Papá (Peppino) Giuseppe Antonio Faillace Russo
«Un buen padre vale…
por cien maestros.»
Jean Jacques Rousseau
«El hacer el padre por su hijo…
…es hacer por sí mismo.»
Miguel de Cervantes
«Lo que habéis heredado de vuestros padres,
…volvedlo a ganar a pulso o no será vuestro.»
Goethe
«El sueño del héroe es ser grande en todas partes…
…y pequeño al lado de su padre.»
Víctor Hugo
«No puedo pensar en ninguna necesidad en la infancia tan fuerte
…como la necesidad de la protección de un padre.»
Sigmund Freud
«Cuando yo tenía 14 años, mi padre era un ignorante insoportable.
Pero cuando cumplí los 21, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años.»
Mark Twain
Para poder dar un retrato aproximadamente cierto de la vida de mi padre pensé en dos cosas antes: una: dividir el tema de papá en etapas o períodos y dos: hablar con mis dos hermanos Carlos José (Charly) y Nelson Eduardo (Nelinho), porque como hermanos mayores recordarán efemérides, que uno como el menor, no tendría. Tomando en consideración las circunstancias de búsqueda intenté con el primogénito consultando a Charlie y me escribió: Nuestro papá, Peppino nació como Giuseppe Antonio Faillace Russo (1918-1995) en Orsomarso, un pueblo menudo en medio de un parque nacional montañoso, en la provincia de Cosenza, situada en el norte de Calabria en Italia. Charlie, continuó centrado en su breviario postal.
A los cuatro años de edad, llegó a Villa de Cura, Estado Aragua en una Venezuela aún rural. Allí creció como un catire venezolano de ojos azules, que ni siquiera aprendió a hablar bien italiano, pues en su casa tropical, nunca se lo enseñaron. Desde muy pequeño, Peppino se destacó por poseer un carácter fuerte y sumamente reactivo junto a un peculiar sentido del humor negro, muchas veces punzo penetrante y, otras tantas, inciso cortante.
Paradójicamente, el niño Peppino tuvo que soportar una clase de «racismo inverso» pues en ese pueblo, los rubios ojos-claros, eran aves raras y, por ser diferentes al fenotipo llanero usual, llamaban la atención de manera impositiva. El jovencito Peppino tuvo muchas peleas callejeras con otros niños pueblerinos, quienes al tildarlo de «italiano hediondo» con más asiduidad de la aceptable para un calabrés de mecha cortísima se hicieron merecedores de soberanas palizas en muchas ocasiones.
Aprendió a jugar béisbol a espaldas de Nicolás (Nicola) su estricto papá, escondiendo su guante-mascotín, en casa de un amigo, en la famosa Sabana del pueblo; parándose en todas........
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