Del Guaire al Turbio: Rosas y espinas
La última parada del trasatlántico alemán, el Cordillera, que iba a Puerto Limón de Costa Rica, sitio de nuestro exilio, fue Panamá. Allí bajamos a conocer la ciudad. Nos extrañó ver que en todas partes había dos puertas, dos ventanillas, dos bebedores de agua, etc., cada cual con su letrero: Gold o Silver. Nos explicaron: indicaba a dónde debían dirigirse los usuarios, los blancos, pagados con patrón oro y los negros, con patrón planta. En algunos sanitarios eran más explícitos: Caballeros blancos, Hombres negros, Damas blancas, Mujeres negras. A mis 10 años aquello me chocó. Cuando mamá me mandó a comprar unas estampillas para poner postales, sin titubeos, me fui a la taquilla Silver.
Andaba por el malecón de Macuto cuando vi a un par de señoras negras, con un muchachito, de unos dos años. Lindo negrito. Me acerqué y le hice cariño. Fingí sacarle, de sus apretados chicharroncitos, una moneda de a medio y se la di. Una de las señoras exclamó: ¡Mira, no le tiene asco! Sentí como una puñalada en el pecho. Dios pudo haber hecho una fruta más sabrosa que la fresa y un bebé más bello que uno de ojos azules, pero no los hizo. Lo de la fresa es un dicho popular en Europa; lo del bebé es mío. ¿Discriminación por raza? ¡No! Bello el negrito.
Por el aeropuerto de Maiquetía pasó, recién nacida y en brazos de su madre, mi primera ahijada, Rocío Asuaje Henríquez, hija de mi primo hermano José Asuaje Álamo. Venían de Barquisimeto. Con regocijo, la conocí ese día.
Otra vez en el paseo del malecón, sentada en una fuente de soda, tomándome un........
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