Del Guaire al Turbio: Armonía
¡Qué bonito cuando una pareja matrimonial se entiende! Cuando viven en una armonía de gustos y renuncias. Porque el verdadero amor es un mutuo renunciar por complacer; se renuncia, pero con placer, a una preferencia por darle gusto al otro. Hoy veo el partido de fútbol a tu lado; mañana veremos juntos al cine. No me gusta el fútbol, me fastidia el cine, pero uno y otro saben complacer, con placer, no con murmullos de descontento. Eso es armonía. Eso es un buen matrimonio. Le decía un viejo amigo a mamá: Doña Iginia, quien acierta en el matrimonio acierta en todo. Debe ser verdad.
Los pueblos del mundo podríamos vivir en armonía si respetáramos las diferencias. Cada uno tiene su idiosincrasia, su tradición, su cultura, sus rasgos étnicos, pero nos iguala algo que debe ser el fundamento de nuestra armonía: todos somos hijos de Dios y él nos ama por igual, sin acepción de razas, colores, nivel social, cultural o económico. Dios ama en plural e infinitamente. Luego, si Dios nos ama por igual, también nos habla por igual, en un lenguaje que todos podemos comprender. ¿Pero cuál es ese idioma universal de Dios? ¡El amor! Hay que aprender a amar.
Es tan cierto esto que, de las tres virtudes teologales, columnas de nuestra vida espiritual, la única que permanecerá es la caridad, el amor; al llegar a la eternidad son superfluas la fe y la esperanza; la una, porque ya alcanzamos la visión beatífica y, por ende, la verdad; la otra, porque justamente su razón de ser era esperar esto. Si todos llegáramos a amar, hablaríamos la lengua de Dios y viviríamos en armonía.
Curioso, la palabra que vengo usando........
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