Un filtro crítico
Pensar críticamente no es una actitud de rebeldía ni un escudo de superioridad. Tampoco es sinónimo de saberlo todo. Es, más bien, una forma de humildad intelectual que nos obliga a hacer pausas incómodas frente a lo establecido, a interrogar lo que muchos repiten sin pensar, y a encender una luz en medio de las sombras que proyectan las verdades a medias.
En un mundo saturado de información, el pensamiento crítico es la brújula que nos permite distinguir entre lo verdadero y lo conveniente, entre lo razonado y lo manipulado. No es un adorno académico ni un lujo de los ilustrados; es una necesidad urgente para cualquier ser humano que quiera conservar su autonomía. Porque quien no piensa por sí mismo, termina viviendo a merced de los guiones que otros escriben: políticos, doctrinas, ideologías, influencers.
El pensamiento crítico hunde sus raíces en la tradición filosófica desde Sócrates, quien enseñaba a través del diálogo mayéutico, no dando respuestas, sino provocando preguntas. Pensar críticamente es volver a ese arte de dudar con propósito, de no aceptar verdades heredadas sin pasarlas por el filtro del análisis. La filosofía no busca respuestas definitivas, sino preguntas más profundas. El pensamiento crítico es, en ese........
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