El reloj del cuerpo
En lo más profundo del cerebro, en el centro exacto donde convergen hemisferios, se encuentra una estructura minúscula, discreta en tamaño pero monumental en misterio: la glándula pineal. Apenas del tamaño de un frijol, esta pequeña glándula recibe proporcionalmente más flujo sanguíneo que cualquier otra región cerebral, como si la naturaleza quisiera recordarnos que allí reside algo vital, algo que no podemos ignorar.
Desde el punto de vista científico, su función es clara: produce melatonina, la hormona responsable de regular nuestros ritmos circadianos. Cuando cae la noche y cerramos los ojos, la pineal comienza su labor silenciosa, regulando el sueño, equilibrando nuestros ciclos de descanso, preparando el cuerpo para restaurarse y la mente para renovarse. En esa danza bioquímica, nos sincroniza con la vida misma, con los días, las estaciones, el tiempo.
Algunas culturas milenarias representaron esta glándula con el símbolo del “tercer ojo”, ese que no mira hacia fuera, sino hacia dentro. Un ojo espiritual, vinculado con la intuición, la sabiduría profunda y la percepción más allá de los sentidos físicos. René Descartes, padre del racionalismo moderno, se atrevió a........
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