Padre Pacho

Una relación afectiva que perdura en el tiempo no es una fotografía fija de sonrisas ni un catálogo de recuerdos perfectos. Es, más bien, un viaje accidentado y lleno de aprendizajes, donde la belleza no reside en la ausencia de conflictos, sino en la capacidad de atravesarlos con amor y voluntad.

El error común es confundir la duración con la idealización. Creemos que el amor se mantiene vivo solo con gestos románticos, pero la verdad es que su fortaleza se mide en las noches donde el diálogo se rompe, en las discusiones donde el orgullo aprieta, y en los silencios donde el desencuentro parece insalvable. La relación madura no huye de esos momentos: los atraviesa, los soporta y, a partir de ellos, se reconstruye.

Amar a largo plazo es aceptar que la otra persona no es perfecta, que arrastra heridas, defectos y patrones que incomodan. Y, al mismo tiempo, es tener la grandeza de reconocer que nosotros también llevamos nuestras propias fracturas. Por eso, la meta no es la perfección ni la ausencia de problemas, sino la compatibilidad que nace del esfuerzo conjunto: dos seres humanos que deciden,........

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