Relaciones amargas
Juliana Correa Agudelo
Y es que, en la epifanía de la vida, la apariencia es la más escueta alternativa, pues la realidad es demasiado sobria para tomarse tal y como está.
Existen esas relaciones que saben a un café amargo por su oscuro sabor, que queman la piel y arden en la lengua. A mí, por ejemplo, no me gusta el café; me sabe demasiado agrio e insípido, por lo tanto, choca con la textura de mi boca, que prefiere lo dulce, lo suave y un tanto salado.
Sin embargo, lo que es real no amarga ni espanta. Resulta que el café, el verdadero café tiene buen sabor, decía un amigo mío, a quien también le mostré mi texto para que me diera recomendaciones sobre esta comparativa, él me explicaba que un café real es una experiencia rica, con matices y equilibrio, se percibe un dulzor suave y agradable, como el de la miel, panela o frutas maduras. El café real, huele bien, sabe rico, no amarga, y se recuerda.
Más allá de explicarme, me dejó una enseñanza pues, hoy me doy cuenta que lo real, tiene buen sabor. Él me comentaba que si el café es amargo........
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