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Perder para aprender

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31.10.2025

Resulta difícil digerir la idea de fracaso en una sociedad donde el ego ha escalado a la categoría de religión. Perder el año, ser aplazado o no alcanzar una meta se traduce a menudo en una herida para ese ego. Sin embargo para aquellos que hemos pasado por esa experiencia, el tropiezo se convierte en una valiosa escuela. Lejos de ser un simple revés, es un ejercicio de madurez que nos obliga a aterrizar la inexperiencia, a reevaluar prioridades y en última instancia a ganar en conocimiento y perspectiva de vida.

Cuando el fracaso se da en el ámbito estudiantil, la primera preocupación de muchos padres se centra en el costo económico. Es comprensible que se piense en la inversión perdida, en los gastos de matrículas, pasajes, uniformes, loncheras y útiles que, sumados, representan una cifra considerable. La frustración es real y tiene su justificación, la educación es una de las mayores inversiones familiares e implica muchos gastos.

No obstante, existe un costo mucho más alto que el dinero invertido: el de un joven que se queda sin la formación esencial, sin el conocimiento base y lo más crítico: sin las herramientas necesarias para afrontar los desafíos de la vida adulta. Si bien la sociedad nos bombardea con la idea de la victoria permanente, la........

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