Fabián Henao Ocampo

La noticia de Silvana Torres y el trágico fin de su hija de tres años nos golpea como sociedad con una brutalidad insólita. ¿Qué abismo de desesperación puede llevar a una madre a arrebatarle la vida a su propia hija y luego intentar quitarse la suya? Es una pregunta que resuena en la mente de muchos ciudadanos, dejando un eco de horror y una profunda sensación de incomprensión. Sus motivos tendría pero nada justifica la barbarie.

Las versiones de los vecinos, que hablan de una retaliación por el abandono de su pareja, solo aumentan la consternación. Si bien no podemos confirmar la veracidad de estos motivos, la idea de que la vida de una niña inocente haya sido el precio de una venganza pasional es sencillamente insoportable. Los niños, seres vulnerables y dependientes, nunca deberían ser la moneda de cambio en los conflictos de los adultos, ni la víctima silenciosa de sus errores o sus desequilibrios emocionales.

La indignación en Manizales es un reflejo de lo que sentimos todos. Una ciudad conmocionada, que nunca había sido testigo de tal barbarie, se enfrenta ahora a la cruda realidad de que la violencia puede manifestarse en sus formas más crueles........

© El Diario