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Cultura laboral

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25.06.2025

El Curriculum Vitae, CV, el documento técnico, generalmente formateado, que resume la vida y trayectoria pública de una persona, el cual incluye datos acerca de sus estudios, proceso de formación, experiencia, habilidades, aptitudes y hasta referencias, contiene muchas veces – a mi criterio – elementos irrelevantes, como por ejemplo detallar la edad o el género de quien aspira a ocupar un puesto, como si estas variables fuesen factores determinantes al momento de aprobar o improvar una hoja de vida para el cargo al cual se aspira, hecho sexista y altamente discriminatorio. Hombres y mujeres gozan de amplísimas facultades, lo cual les faculta para desempañar con éxito roles que culturalmente han sido establecidos para un género u otro. Mujeres conductoras de Uber o que trabajan en construcción u hombres que laboran en una sastrería, lideran fundaciones sociales o dictan clases de danza, nos reconfirman que el género poco o nada tiene que ver con lo que el establishment dicta.

En cambio, existe un componente bastante relevante que – definitivamente – sí debería estar incluido en la Hoja de Vida de todo postulante y que, por razones más que obvias, difícilmente podría ser relacionado hoy día en un CV ya que, en su inmensa mayoría, ni el propio aspirante es consciente del mismo: La carga emocional que de por sí ya trae el aspirante y que impacta su desempeño laboral. Por ningún lado aparece en este una relación – por detallada – de aquellos patrones de conducta (Características, predisposiciones, lecturas personales, experiencias anteriores negativas, incapacidad de reconocer sus errores, modus operandi viciado, influencia del contexto, mal temperamento, maneras inadecuadas de reaccionar ante el conflicto, ansiedad, tendencia al chisme, falta de compromiso, manejo indebido de la presión propia de la dinamica del cargo), que entorpecen o impiden el buen desempeño de su trabajo.

Seamos........

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