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¡Corten!

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30.04.2025

Andrés García

Recuerdo que estando muy niño solía irse con bastante frecuencia la luz. Nuestra casa, antigua, grande, espaciosa, rodeada de jardines y terrazas, se transformaba automáticamente en el escenario donde historias de horror y muerte cobraban vida. Tan frecuentes eran las idas de energía como la disposición de mis hermanas y mía de aprovechar la oscuridad para, al calor de una vieja lámpara de petróleo que mi padre colocaba en el centro de la mesa del comedor auxiliar, encender nuestros espíritu en absoluta disposición de escucha. La historia acontecía en la cocina. La nevera se transformaba ante mis ojos y parecía un gran mausoleo, la alacena se convertía en una antigua tumba faraónica y el mesón la mesa para la preparación de los alimentos en una plancha de torturas. Mi imaginación transmutaba con prodigiosa facilidad los utensilios de cocina en variadas e incontables armas letales, material con el cual se podía infligir torturas,........

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