¿Hasta cuándo, carajo?
El fútbol. De nuevo. Otra vez en deuda. Otra vez en la boca de todos con un sabor amargo y desagradable. El fútbol otra vez, una vez más, de nuevo, como escenario de imágenes espantosas, de horror, en una colección espúrea que crece y crece y ya parece no tener freno.
La organización del fútbol. La mala organización. Sus pésimos dirigentes. Sus mediocres encargados. Sus futbolistas y técnicos silentes y acríticos, colaboradores de las barras.
Ya van decenas, cientos de casos, donde sabemos perfectamente lo que pasó -y no debió pasar- en un estadio convertido en infierno.
Pero en cambio no sabemos bien lo que no se hizo o se hizo mal, que es la clave de todo, que es donde hay que hincar el diente, donde corresponde inmiscuirse, investigar y castigar.
El origen de la deuda, del espanto y la vergüenza siempre es un trabajo mal hecho, irresponsable, imprudente, insensato, anodino, que debiera generar muchas más responsabilidades morales y legales de las que hoy genera. Porque el final ya lo sabemos de memoria de tanto verlo: muy luego se dará vuelta la página.
En un mundo ideal, un mísero partido de fútbol internacional, a mitad de año, sin gran trascendencia, sin choques emocionales históricos ni rivalidades enraizadas en el corazón de la gente, haría pensar que daba lo mismo ubicar a una barra arriba de la otra, incluso en el mismo sector del estadio. Ese sólo acto -que suena bastante estúpido porque estamos mal acostumbrados- en rigor no debiera ser sinónimo de........
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