La canción del olvido
Hace treinta años escribí una canción para una novia. Técnicamente, no éramos novios, sino ‘enamorados’, esa categoría sentimental intermedia que, hasta donde tengo entendido, solo existe en el Perú (o al menos existía cuando yo era joven). El hecho es que estaba templado hasta la última vértebra de la médula espinal y por eso un buen día (o no tan bueno), creyéndome cantautor, le escribí a la muchacha en cuestión unas líneas en rima e inventé una melodía. No contento con escribir la canción, se me ocurrió que sería bueno cantarla y grabarla en un estudio. Recuerdo que Piero Salardi, mi buen amigo ingeniero de sonido, hizo milagros con las perillas y botones de su mezcladora de veinte canales para disimular mis gallos. «Ahora suenas como el vocalista de Maná», me dijo al salir de la cabina (una afirmación que nunca he podido tomar como un elogio). Dos días después me presenté en casa de mi enamorada y le regalé la canción en una cinta de casete BASF.
La noche que ella terminó conmigo quedé tan enrabiado que me deshice de todos los suvenires........
© El Comercio
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