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Nada que probar

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No sé cuántos peruanos hubiéramos apostado que, cuando juró Dina Boluarte en diciembre del 2022, ella sería quien daría el mensaje a la nación en julio del 2025. Pero ahí está: con un gran sueldo, practicando un (ojalá no tan largo) discurso para este lunes, en el que hablará –supongo– de un país que a muchos se nos hará difícil reconocer.

Desde el principio parecía que su presidencia no iba a durar. No tenía bancada ni calle ni respaldo visible. Lo que sí tenía era algo más difícil de detectar desde afuera: una voluntad férrea de sostenerse en el poder. Con el tiempo, esa voluntad se........

© El Comercio