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LA IGLESIA TRUJILLANA LIBERTARIA Y EMANCIPADORA UN PROCESO | Por: Alí Medina Machado

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06.11.2025

Por: Alí Medina Machado

¿Qué pasó en la entrevista? El mismo Leturia lo dice. En ella dio el Libertador al prelado las mayores manifestaciones de aprecio y le hizo mil ofrecimientos y pruebas de confianza. Lasso declaró a su vez que siempre se había preciado de haber nacido americano; que jamás había halagado a la corona con la exageración del derecho divino de los reyes, antes había creído que la raíz de la autoridad civil son los pueblos, “a cuya reunión dio la soberanía”; que si antes había sido realista es porque antes de Boyacá no estaba claro el consentimiento del pueblo colombiano a la autonomía, pero que de entonces era palpable cuanto había adelantado la República y mostrándose digna de la edad viril en que se hallaba la América; que a todos estos motivos se juntaban los atentados que estaban cometiendo las Cortes de Madrid contra la religión y la iglesia. Hay aquí un indicio de conversión política que se pondrá de manifiesto posteriormente. (Juan de Dios Andrade).

´´La iglesia es la continuación de Jesucristo en la tierra; es su reino, su cuerpo místico, según palabra de San Pablo. La historia de la iglesia relata el progreso del reino de Cristo, su maravillosa propagación y conservación, su inagotable vida y fecundidad´´. (José León Rojas Chaparro).

´´Eminentes sacerdotes por sus virtudes y sus letras, sin apartarse de los deberes de su estado, abrazaron la causa de la independencia, sacrificaron a la Patria sus bienes y sus vidas y la enaltecieron con la sabiduría de sus palabras en los primeros areópagos de la República´´. (Miguel Antonio Mejía).

Una celebración histórica no sólo regional sino nacional y, aun, internacional, debiera ser la Entrevista entre Simón Bolívar y el obispo Lasso de la Vega, por los alcances supremos que tuvo este hecho en el proceso final de la Independencia americana; un suceso que puso de relieve tanto la dinamia humana de nuestros libertadores, como la importancia que para definir la existencia de la república colombiana había de asumir la Iglesia Católica, de vasta influencia y proyección social y política de entonces. Un suceso de esta dimensión se dio en esta ciudad de Trujillo , en los primeros días de marzo de 1821, y su bicentenario, es lo que estamos conmemorando modestamente, pero con el ahincó de una fiebre que aún pervive en la conciencia de algunos venezolanos, y con la anuencia benefactora de nuestra ponderada Diócesis de Trujillo, honra y prez de nuestra propia historia, y vanguardia espiritual que quiera Dios se preserve así para los tiempos del porvenir, como presencia necesaria de lo hermoso y útil que es el Cuerpo Místico de Cristo a la salud y bienestar de la memoria y conciencia de los pueblos. Estamos en el Bicentenario de la Entrevista entre Bolívar y Lasso de la Vega.

Como se ve en el primer epígrafe, Bolívar y su cuerpo de oficiales y estado mayor, conocían la personalidad del padre Lasso, su condición y trayectoria tan marcadamente realista; su vasto obrar en defensa de los intereses de la corona española y sus acciones en contra del proceso de la Independencia americana. Era un consumado adversario, que dice Leturia, citado por Andrade, el Libertador lo recibió con las manos abiertas y las mejores demostraciones de respeto. Y dice, que la conducta del sacerdote fue algo igual, que se confesó sin ambages ni reticencia ninguna, sino con una gran franqueza; que dio una espontánea confesión de su comportamiento hasta ahora, y de lo que era su conciencia y su corazón en esos días. La conversión lo animaba y lo entusiasmaba en igual proporción. En aquel momento trujillano, como en otros instantes anteriores del tiempo, la tierra de la paz, la tierra mariana, la tierra pacífica, era nuevamente un lugar milagroso para la redención de los seres humanos en conflicto. Delante de Bolívar, de Urdaneta y de otros integrantes del superior séquito patriota, aquel importante hombre de la religión y de la política hacía una sincera confesión, una apertura de su luz interior, un brillo de la conciencia que iría aclarando un camino en los siguientes años. Porque eso fue Lasso de la Vega para la causa final del proceso de independencia americana: un camino hacia el reconocimiento, porque, según cuenta Urdaneta, que Bolívar estaba convencido del gran poder de Roma y de la necesidad de usar ese poder para impulsar el reconocimiento de países europeos a la naciente emancipación americana. Y la posterior y constante intermediación de Lasso de la Vega, fue vital a ese reconocimiento.

En el plan que el destino tenía escrito para la libertad de la Patria conculcada estaba Trujillo, por ser suelo y hombre en conjunción armónica desde los mismos tiempos ancestrales; el lugar de la antonomasia arraigada en una faz espiritual profunda como siempre ha sido. Y en su seno territorial una iglesia siempre militante y comprometida, como un plan también de salvación, como nos relata la historia su plenitud en todo el proceso regional de los casi quinientos años de existencia, que ha tenido a la institución eclesial como principio y fundamento, base primordial del hombre que es su razón de ser, desde el mismo Jesucristo – hombre, pues la Iglesia cual asienta la definición en uno de los epígrafes de inicio, es eso: la continuación de Jesucristo en la tierra. Y su historia entre nosotros cuenta su acción y su progreso, su maravillosa situación para la constitución histórica, su devenir, sus luchas, logros y fracasos, su “inagotable vida y fecundidad”, que encontramos los trujillanos y los no trujillanos, al revisar los innumerables anales que la tradición ha conservado del suceder regional. La historia nacionalista y provincial de la Iglesia trujillana está, como sabemos, plena de páginas memorables: una de ellas, oportuna y eterna, esta conmemorada hoy, la del encuentro, a la Puerta de la Sagrada Iglesia Matriz de aquellos dos prohombres, generosamente humanos, que hablarían cívicamente en los días posteriores sobre la noble causa de la libertad y la emancipación del pueblo americano, uno solo en una vastedad territorial, que, en ese entonces, se llamaba la Gran Colombia.

Ésta que ha sido siempre una tierra bienaventurada por su vida interior tranquila y sosegada, de palabra sabia y trabajadora, de grandes y pequeñas misiones humanas, en constante búsqueda de una plenitud de armonía entre los deberes y los derechos, dada a la filiación permanente entre el trabajo y el descanso, entre otras caracterizaciones que engloba la trujillanidad; ésta que ha sido tierra histórica como lugar del suceso, y pueblo – historia igual como comunidad humana hacedora de ese suceso, se ufana aunque sin falsas pretensiones de su lugar en la historia; de sus grandes aportes a la vida nacional, desde muy antiguo el tiempo, pues digamos que uno de sus historiadores, Amílcar Fonseca, hacía mención de su esplendor colonial, y la situaba en lugar prominente en el significado nacional, detrás de Caracas, ésta como la primera ciudad , y Trujillo en el segundo puesto, pues así fue y aparece señalado en la múltiplemente escrita historia patria.

Y en el regular proceso del devenir histórico, la Iglesia como institución de primera fila siempre, antes y ahora, dada su presencia y militancia activas. Y en el tercer epígrafe de este escrito, vemos lo que el eminente trujillano, civilizador y modernizador de Valera, Obispo de Guayana, trujillano esclarecido, Mons. Miguel Antonio Mejía, expresara como significancia patriótica del clero trujillano, adalid y sacrificio por la libertad nacional, y de entrega absoluta por ver a la patria libre y emancipada, ya que la patria, a decir de Andrés Bello, es una sola desde la naturaleza, al igual que la madre. El clero trujillano: inmenso faro, ha clarificado siempre la luz de la patria venezolana.

Aquella larga errancia de la ciudad fundada por los españoles en Escuque, en 1557, debió arrastrar también a la incipiente iglesia que la historia no recoge, aunque es de suponer que sus rastros tuvieron fisonomía en ese lapso, lo mismo que la ciudad que estuvo en Boconó, por lapso de los años entre 1560 y 1564. En esos cuatro años debió levantarse una iglesia material en el centro de la ciudad, pequeña y rudimentaria ambas, pero en ese suelo se estableció la fe y la creencia, la palabra y la enseñanza en el misterio de la plenitud que la Iglesia entraña. Sólo rasgos inmateriales quedan en la memoria del tiempo. Sólo un valor o testimonio intangible aquella gracia en los nombres de Escuque y Boconó, porque al historiar a la Iglesia en Trujillo, el punto de partida es ya la más vetusta construcción de la iglesia Matriz de Trujillo, en el centro mismo de la urbe, como sostienen nuestros historiadores, varios que la biografían, entre ellos, Marcos Rubén Carrillo, Ramón Urdaneta B., y nuestro recordado Obispo Vicente Hernández Peña.

De esa visión o suposición mental que podemos hacer de aquellos primeros monumentos eclesiales de Escuque y Boconó, como antecedentes históricos de nuestra iglesia Matriz de Trujillo. De esa trilogía primigenia, en un acto de fe y vocación a ese seno, miremos ahora en proyección a la Iglesia del Niño Jesús de Escuque, plena de un significado histórico, lo mismo que a la sagrada Iglesia de San Alejo en Boconó, cuya simbología histórica reúne la naturaleza espiritual cristiana de esas comunidades que fue y son obras del espíritu santo y nación de fe como significado histórico de lo que allí tuvo existencia material. Sin duda, hubo iglesia o simple capilla, pues asienta su cronista Juan Carlos Barreto Balza:

“Para 1558 se produce pues la fundación de la primera ciudad española en estas tierras de las cuicas con el nombre de Nueva Trujillo. García de Paredes adopta el nombre de su lugar nativo para bautizar su logro, y con este acto solemne de fundación, el primer trazo de lo que sería la naciente ciudad, el sitio para la iglesia, para el cabildo, para las primeras casas de los españoles y el repartimiento de las encomiendas”.

Y con respecto a Boconó, relata su primer cronista José María Baptista:

“Existen las ruinas de una Capilla, levantada allí por nuestros........

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