Cuando el Dr. José Gregorio Hernández, se presentó en el Congreso de los Sabios, 1911 | Por Oswaldo Manrique
Desde las primeras horas de la mañana, caminaban organizadores y agentes del orden público por la Plaza Bolívar, que lucía vestida de colorida gala en sus cuadrados jardines, y la estatua ecuestre del Libertador, rodeada de soberbias ofrendas florales; así como, las calles del centro de la ciudad, aledañas al edificio donde se realizaría el inusual Congreso. Igualmente, paraban a ver, transeúntes, curiosos, vendedores, curas, patiquines y alguna encopetada en plan de telas, que deseaban ser testigos de cada detalle de aquello que no era ningún acostumbrado “arrocito” familiar, ni cruce de aros matutino, sino algo que perfilaba ser una magna celebración. En la acera del frente, pasaron los de la Banda Marcial, vistiendo su uniforme de gala con casaca azul marino y en su pecho alguna condecoración.
En la amplia entrada, una alfombra colorada esperaba la llegada de los, ciento tres exclusivos personajes convocados, mientras que los arreglos florales y los guías indicaban la ruta hacia el interior del área de la convención. Entre los invitados entraban destacadas personalidades de la ciencia, educación, la economía, de la ingeniería y figuras del gobierno y de las distintas municipalidades del ámbito nacional.
El Ministro de Relaciones Interiores, general Francisco Linares Alcántara hijo, llamado “Panchito” y el escritor César Zumeta, dirigían las actividades de la Comisión Preparatoria del evento; este destacado intelectual, cuidaría de la posterior edición de los Acuerdos y Memorias, aunque lo observaba todo (Carreño, 107). Además, se encontraba el Dr. Luis Razetti, (Carreño, 135), quien estuvo en la dirección principal del Congreso. Todos ataviados con elegantes trajes de casimires oscuros y sombreros para la ocasión.
– Caramba, caramba, Dr. Hernández, qué bueno verlo por aquí. Fueron las palabras de bienvenida al eximio colega, mientras se estrechan la mano.
– Sí, cómo faltar a un evento tan importante para el país, Dr. Razetti. Dijo el recién llegado. El anfitrión sonriendo, añadió:
– Colega, se apartó hoy de sus pacientes y del laboratorio.
– Sí Dr. Razetti, nos toca hoy atender a una paciente mayor: la Patria. Le respondió el ilustre profesor universitario Dr. José Gregorio Hernández.
– UD. en eso puede ayudar mucho porque sabe ; además conocemos que para UD. (Razetti. En: De Santiago, 180). Inmediatamente, el Dr. Hernández, con elegancia le replicó:
– Así como para Ud. colega que es apegado . Ambos sonrieron. De ideas antagónicas (Carreño, 133).
Por supuesto que Hernández Cisneros, tras sus investigaciones, conocía mucho de la anemia de los trópicos, la fiebre amarilla, tuberculosis, la pulmonía, la peste bubónica, la nefritis de la fiebre amarilla y la bilarziosis (T. Carvallo. En: de Santiago, 180); como buen investigador y conocedor de la realidad socio económica de su terruño en aquel tiempo, fue un meritísimo sociólogo.
– Colega, en su credencial se lee que viene en representación de Betijoque. El célebre médico y científico, con alta sencillez y estima, le respondió:
– Sí, de mi tierra natal, donde todavía se me encomienda representarlos en asuntos vitales.
– ¡Pues, sea UD. bienvenido Dr., adelante! Le dijo con toda cordialidad, el también médico y organizador del Congreso.
La importante Convención de Sabios, del 19 de Abril de 1911, reunió a 103 delegados en la ciudad de Caracas, en representación de todos los Distritos del país, que asistieron a la instalación del Congreso de Municipalidades de Venezuela. La capital de la república rural, cuyo núcleo urbano, lo constituían de norte a sur 14 cuadras, y la misma cantidad de este a oeste. En la que su gente, , según testimonio de José Martí, el cubano, poeta de........





















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