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Triple historia: trillizos, médicos y Magna Cum Laude

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27.02.2025

“Ven esto aquí, es uno. Observen esto, es otro; y ven esto, es el tercero. Son tres”, dijo el gineco obstetra Gustavo Fuentes en la ecografía prenatal a Isaura Maldonado Rueda y Halmar Morales Agüero. Para que entendieran mejor, los felicitó por los trillizos, que en septiembre de 1996 vendrían al mundo.

Isaura recuerda hoy, con risas, que hace 28 años experimentaron amor por dar tres vidas. Impacto, temor, miedo, alegría cuando el médico les dijo que María Alejandra, de ser hija única tendría tres hermanos que nacerían el mismo día. La situación económica era la inquietud permanente para quienes se dedicaban a un pequeño negocio de fotocopiado.

Los trillizos nacieron de la mano del doctor Víctor Omaña, en el Hospital Central de San Cristóbal, estado Táchira, el 27 de septiembre de 1996. A las 11:20 am. Halmar Eduardo pesó 3.200 g (mayor) 11:23 am Halmar José pesó 2.900 g (segundo) y a las 11:26 am José Gregorio Morales Maldonado, pesó 1.800 g (menor).

El menor, por seis minutos de diferencia con sus hermanos, lo llamaron Halmar Gustavo. Padeció serias complicaciones de salud. Estuvo grave. La madre lo encomendó al beato José Gregorio Hernández y en agradecimiento a su salvación, le cambió el nombre a José Gregorio. Aunque hubo algún inconveniente porque ya había sido registrado, lo lograron.

Isaura Maldonado, ahora con el corazón repleto de fe y agradecimiento, dice que el embarazo fue difícil. Los primeros meses después del nacimiento de los trillizos, a veces sentía no poder más. Tenía muchos sentimientos encontrados, pero ella profundamente católica, sostiene que la fe en Dios fue la clave para salir adelante con su cuarteto de hijos.

Halmar Eduardo, José Gregorio y Halmar José Morales Maldonado siempre han sentido el peso de las miradas sobre ellos: son idénticos. Son trillizos. Distinguirlos lleva su tiempo. Hay que detallarlos para saber identificarlos. Hay que preguntarles: ¿Usted es Halmar, José Gregorio, Eduardo? Es frecuente la equivocación.

En la misma familia, no era fácil identificarlos. Llegaron a bañar a un niño tres veces. También hubo confusión a la hora de darles el tetero. Revisar el pañal a uno tres veces, sucedió varias veces. Las imprecisiones eran frecuentes. A veces aún el papá les pregunta: “¿Usted es…?”

Cuando estudiaban primaria en el Grupo Rafael Álvarez de Táriba, municipio Cárdenas, los separaban de sección. Cada uno debía estudiar en una sección diferente. Evitar que los profesores los confundieran era el objetivo y también impedir las peleas de hermanos. “Pequeñas peleas por juguetes, juegos de manos de niños, peleas por los amigos. Porque mis amigos eran mis amigos y ellos no podían hablar con mis amigos”, recuerda seriamente Halmar Eduardo.

En bachillerato, en el Colegio San José, también de Táriba, pasaron las peleas. Comenzaron a estudiar en la misma aula.

De pequeños eran vestidos iguales. Captaban las miradas, lo cual a Halmar Eduardo, José Gregorio y Halmar José Morales Maldonado a veces incomodaba. Las pequeñas travesuras que suelen hacer morochos y trillizos, como es fingir ser el otro, no estuvieron ausentes.

“Cuando éramos niños jugábamos beisbol, a mí me pusieron de pitcher a lanzar la pelota, y yo era muy malo. En cambio Halmar José era el mejor. Entonces, como yo era muy malo, los entrenadores dijeron: ‘Vengan, vengan para el baño’, y nos metieron a los dos al baño. Nos pidieron que nos cambiáramos el uniforme y que fuese Halmar José a pitchar por mí. Los entrenadores de los otros equipos decían: ‘¡Epa!, pero se cambiaron la camisa, se cambió por el otro’, y los entrenadores de nuestro equipo les explicaban: ‘No, es que son trillizos, déjelos quietos’. Y nadie dijo nada, porque realmente nadie sabía diferenciarnos”, dice entre risas José Gregorio.

La infancia transcurrió entre los estudios y actividades complementarias, entre ellas el deporte.

Foto cortesía Johnny Parra/ La Nación

Ser trillizos es una ventaja. Nunca están solos. Nunca se aburren, reconocen hoy y además les produce risas, cuando los ven y les dicen “son igualitos”. Ellos sienten que tienen una conexión, y si a alguno le sucede alguna situación imprevista, los otros dos la sienten.

“Sí. En lugar de sentido arácnido, le decimos el sentido de los trillizos. Porque de verdad, recuerdo una vez que fui con Gregorio a caminar por Táriba y yo me sentí raro. En ese momento yo dije: ‘Algo le pasó a........

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