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El mundo de lo invisible

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23.05.2025

La primera vez que oí hablar de los agujeros negros fue bajo un cielo estrellado en el lago de Sanabria. Era una noche de agosto, aunque yo prestaba más atención a los ojos verdes y labios carnosos que me lo contaban que a todas las estrellas que marcaban la Vía Láctea (pero eso es otra historia), otro de los misterios del universo. Los agujeros negros son esas regiones en el espacio-tiempo sideral donde la gravedad es tan intensa que nada, ni siquiera la luz, puede liberarse de su atracción. Es una gran concentración de materia en un volumen extremadamente pequeño, donde la gravedad es tan intensa que nada, ni siquiera la luz, puede escapar.

Esto ocurre cuando una gran cantidad de materia se concentra en un volumen extremadamente reducido. Aunque su existencia teórica se remonta al siglo XVII, fue solo en el siglo XX, apoyándose en la teoría de la relatividad de Einstein, que fue posible demostrarla. Según los físicos, es el colapso sobre sí mismas de grandes estrellas lo que daría lugar a los agujeros negros. Por otra parte, lo que conseguimos ver o percibir es solo una ínfima parte del universo, ya que la materia y la energía oscura constituyen el 95 % del mismo. Eso dicen los astrónomos.

Los físicos afirman también que en el universo existe la antimateria, todo aquello que no vemos y que, sin embargo, existe. Los experimentos físicos, desde hace ya muchas décadas, han podido demostrar su existencia. Así, a un electrón le correspondería un positrón, y a otras partículas, sus antipartículas. El Centro de Investigaciones de Física en Ginebra, con su acelerador de partículas (CERN), además de haber creado la web –posiblemente su éxito colateral más visible–, también logró crear partículas de antihidrógeno allá por los años 90. E incluso han llegado a almacenar antimateria. Cuando la antimateria y la materia se encuentran, colisionan, se destruyen mutuamente y se produce una gran descarga de energía. Es como un yin-yang a........

© Deia (Tribuna Abierta)