Los afrocaribeños abuelos del Reparto (V)
El Reguetón ha sido sometido a un proceso de asepsia, de interesada “limpieza” y amoldamiento. Su comercialización ha estado correlacionada con la dilución de sus raíces étnicas, sociales y políticas. Pasó de ser una contracultura marginal a un fenómeno mainstream global, en un proceso gradual. Con operaciones que informan de una guerra cultural más extensa y profunda. De la instrumentalización del género por parte del Hegemón que dicta el patrón emotivo y conductual con el que se debe mover la Aldea Global. Para la subordinación de la mayoría a ese ritmo, a ese ordenamiento y rejuego, reproducido y amplificado desde su poderoso sound system.
De “blanqueamiento” étnico, por una parte. De negación de su herencia negra, con una sistemática marginación y eliminación de las voces y fisonomías afrocaribeñas. Basta observar las listas de éxitos de música urbana latina de los últimos años, para constatar que la industrialización del género ha estado relacionada con un alejamiento de su herencia negra. Los primeros puestos de estas listas, lo ocupan hoy exponentes de piel clara, como Bad Bunny, Maluma, Karol G y J Balvin. Salvo excepciones como Don Omar y Ozuna.
Por otra parte, su masificación ha estado manifestada por la desconexión del sentido de clases, de todo pathos disruptivo o rebelde que pudo albergar. La aniquilación de aquel discurso social que lo caracterizó inicialmente, como la voz de una “minoría” que era realmente la mayoría marginada. Y con ello, la banalización de sus mensajes, la reducción temática, el uso y abuso de los mismos tres temas: sexo, mujeres y fiestas. Con unos videoclips cargados de ese entretenimiento hedonista, de lujos y traseros carnosos, casi pornográficos.
Se fue vaciando de contenido crítico o antisistémico. Como aquello que en plena época del "Underground" cantara un dúo como Maestro y Especialista, en el tema "La Escuela" (1994): "La escuela de la calle no tiene pizarra / Aquí se aprende a sobrevivir o a fracasar".
El reflejo de la precariedad y el régimen de exclusión en el que sobrevivían los más pobres, que los compulsaba a recurrir a la economía informal o a implicarse con el tráfico de drogas. En temas como "Salte del Medio" de Baby Rasta & Gringo, se hablaba: "En la calle me críe, aquí me voy a morir / Si no vendo pastillas, ¿de qué voy a vivir?". Y en "Traficando con Peso" (1997), Don Chezina rapea: "No es por maldad, es necesidad / El sistema me obligó a camellar".
Un enfoque distinto al de Daddy Yankee en "Barrio Fino" (2004), donde si se hace un retrato del caserío se tiende a culpar a las personas, no al sistema. Así en "Corazones", al hablar de la violencia plantea: "En el barrio no hay amor, hay corazones de piedra / La envidia mata más que un AK-47".
Manteniéndose, intencionalmente, en lo que se comercializa por las plataformas de las élites, reductos de lo “obsceno” y “vulgar”, como marcas útiles para la estigmatización excluyente de los solo aptos para “perrear”, como una especie de cercas léxicas para controlar al “corral”.
La globalización del género comprendió - y con las mismas pretensiones- la socialización de una determinada narrativa y una matriz de significación. El triunfo del que parece más cerca de Dios y más lejos de África/Pobre; del más presto al desarraigo y a acatar el evangelio del Dios Mercado/Rico. Con una estrategia “afinada” en el laboratorio boricua. Entiéndase, como un ejemplo, una sobrexposición protagónica de Daddy Yankee y un eclipsamiento de Tego Calderón.
Para autores como JuanGa el momento clave en el que el estilo pasó a convertirse totalmente en un nuevo género “…es cuando Maicol & Manuel, en un estudio, cogen a […] Tego Calderón, y lo ponen en un experimento........
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